Hacer del tiempo de espera... un tiempo de esperanza

Paulo Freire dijo que “la educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor” y esto es lo que nos muestra el programa ‘Aprendo Contigo’.  

El cuerpo que lo integra muestra una genuina vocación de servicio hacia los pacientes quienes están impedidos de asistir a sus centros educativos, por lo que incluso podrían llegar a perder el año escolar. Es a través de esta necesidad observada y vivida por Ana Fernández, quien pasó por la experiencia de tener un hijo con cáncer, que nace el deseo de brindar educación y recreación a todos los niños y jóvenes que pasan por diversas enfermedades. Esta propuesta empezó en el INEN (Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas) y después también se implementó en el Hospital del Niño.


Han pasado 17 años desde que Ana Fernández, fundadora del programa ‘Aprendo Contigo’ logró implementar esta propuesta  de pedagogía hospitalaria que busca continuar con el proceso de aprendizaje de los niños y jóvenes que están pasando por una enfermedad. El ser niño implica el contacto social, el juego, lo cual que se obtiene en el colegio y eso es lo que se pierde un poco al estar en un hospital. Pero no por estar enfermos, dejan de ser chicos. Lo más importante de todo es que al momento en el que uno trabaja con un niño, lo hace con la parte sana del mismo y ellos lo aprecian mucho. Ana nos cuenta que muchas veces le han preguntado ¿para qué les enseñan a un niño que se va a morir? “¿Por qué no tendríamos que hacerlo? Eso es parte de su vida, es su derecho recibir educación hasta que Dios les de vida.


Es todo un equipo el que hace posible que ' Aprendo Contigo' siga beneficiando a los niños peruanos, garantizando su bienestar y derecho a la educación.  Se cuenta con un comité ejecutivo que supervisa el buen desarrollo de todas las actividades; es quien revisa diariamente las actualizaciones del trabajo realizado en Intranet, quien va en busca del apoyo financiero y, a fin de año, desarrolla un informe final con todo el trabajo acontecido durante el año– lo que sirve como una carta de presentación a futuras ayudas–.Asimismo, encontramos a las coordinadoras de actividades, conformados por la psicóloga, pedagoga y contadora; las dos primeras se encargan de desarrollar las actividades educativas propias para los alumnos, así como ver del buen estado emocional y la mejor forma de llegar hacia los niños. En cuanto a la contadora, es quien mantiene en orden el presupuesto y la garantía del buen uso de los recursos dentro de la organización. 

Una pieza más del engranaje, pero no menos importante, lo conforman los coordinadores de turno, quienes están a cargo de supervisar los dos turnos de voluntariado en el INEN y el Hospital del Niño. Ellos velan por el buen desarrollo del trabajo, así como el bienestar de los niños y voluntarios. 


Finalemente, los voluntarios o asistentes educativos son quienes mantienen el contacto directo con los niños hospitalizados. A ellos se les encarga una serie de directrices para que puedan acercarse correctamente a ellos tanto a nivel educativo como emocional. Por tratarse de pacientes con cáncer, el tema es complicado en cuanto al manejo de emociones. Lo que se busca es que el niño se identifique con  el mandil verde y no con la persona. Ellos lo asocian con la diversión, con el aprendizaje. Una de las voluntarias del programa nos cuenta su objetivo “es atenderlos, acompañarlos, trabajar con su parte sana, que está muy preocupada por aprender, disfrutar y jugar, como cualquier otro niño, nosotros venimos una vez a la semana y en un turno específico (mañana o tarde). Y, si bien al principio da un poco de miedo, porque es enfrentarse a niños con una enfermedad grave como el cáncer, uno aprende a lidiar con ello porque buscamos sacar a flote su niñez”. 



Esta ONG busca contar con más voluntarios de diferentes profesiones, intereses y edades que tienen un compromiso con los niños: "¡Sonreírle a la vida! Y así, juntos hacer del tiempo de espera…un tiempo de esperanza”. Entonces, ¿te sumas?

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